Una vez soñé
que mi gemelo siamés no se parecía mucho a mí. Lo miré sin
pestañear por varios segundos porque su sola forma de bailar me
detuvo todo por dentro. Yo lo quise volver a unir a mí
inmediatamente. Yo soñé que su bailecito me iba a acompañar aunque
dolieran nuestras costuras Esa vez que lo soñé no pude despertar
con tranquilidad. Mi costado seguía siendo mi costado y no la
extensión de su cuerpo. Soñé que nos abríamos para entrar el uno
en el otro, por muy imposible, casi ilógico; pero así son los
sueños.
Te hubiese
pedido ser mi gemelo siamés en vez de ser mi pololo y así nuestro
trato para unirnos la carne (o entrar el uno en el otro) habría sido
mucho más efectivo que ahora sólo ser pololos. Y es que te extraño
con angustia enfermiza cada vez que te vas a tu casa, junto a esa
madre tuya que no nos quiere juntos y que piensa que eres malo
conmigo porque simplemente supone que mi fragilidad física es
sinónimo de inocencia. Te extraño incluso minutos antes que te
despidas de mí. La idea de que muy pronto te veré pequeño a través
de la ventanilla de la micro, sólo la idea, me convierte en una
mezcla extraña entre rabia, tristeza y hambre. Me da hambre cuando
te extraño, no sé por qué. Nuestras madres son egoístas. Están
enamoradas de nosotros y no soportan que nos enfermemos de tanto
cariño. Mi madre me pone aún más nervioso y cuando te veo sólo
pretendo creer que nunca nací de ella, sino que de una ardilla que
ya me perdió en el bosque y tú ahora me alimentas.
Cuando quise
escribir sobre los siameses no te conocía. Cuando te conocí dejé
de escribir sobre ellos y fantaseé que nuestras ganas de tocarnos
eran las mismas que sus ganas de coserse. Quizás por eso los golpes
que nos damos a escondidas. Quizás nuestra rabia por no estar
siempre pegados es esa forma violenta a ratos con que nos chupamos.
Me muerdes tan fuerte que a veces creo que un día despertaré en mil
pedazos. Me imagino cada herida que no tenemos sólo porque aun
tememos a esa huella dolorosa. Me las imagino y pienso que seria una
buena manera de simular esa unión de los siameses. Obsesionarme con
esa idea no me cuesta mucho, pero tanto tú como yo necesitamos un
cuerpo limpio de cicatrices para hacer esas cosas que nos gusta
hacer.
Me estoy
enfermando de ti y el cerebro ya comienza a manifestar los síntomas.
Intento creer que se me pasará con los días y que muy pronto nos
convertiremos en personas comunes y corrientes que sólo son pololos.
Lo intento creer apenas porque simplemente el dolorcito de nuestra
enfermedad me está gustando cada vez más y la angustia al
extrañarte me hace fantasear nuevas formas para simular esa adhesión
física que alguna vez soñé. Si hasta los hematomas de cada golpe
desaparecen con el tiempo y los mordiscos cicatrizan hasta
desaparecer, habrá que ingeniar otras formas realmente efectivas
para sentir por un instante al menos que se nos mezcla la carne.
Quiero soñar
que somos amantes caníbales y que por eso siento hambre cuando te
extraño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario