martes, 29 de abril de 2014

al padre


Yo sería incapaz de escribirte una carta, papá, y sin embargo creo que ya lo estoy haciendo. Sería incapaz de confesarte a la cara todo esto que me impulsa, que me llena de ideas, que me ha convertido poco a poco en lo que tú quizás siempre sospechaste. No tuve nunca la valentía de encerrarte en mi dormitorio como la victima perfecta ni de clavarte las miles de armas que imaginé tantas veces. Que no me quisieras de la misma forma en que la quisiste a ella. Que sólo tuviera que conformarme con breves olfateos y arriesgados espionajes. Lamerte habría sido tan fácil muchas veces, pero ella siempre estuvo para impedirlo. Yo creo que siempre lo supo y me vio como su peor contrincante. Quizás temía ver en ti, papá, la sola ocurrencia de meterte a mi cama y probar conmigo lo que con ella habría sido imposible. Pero insistías con ella todas las noches sin siquiera pensar en mi desesperación al oírlos, en mi angustia al verlos sin poder siquiera tocarte un poco mientras lo hacían. Y mi cariño hacia ti comenzó lentamente a experimentar otras sensaciones. Te quise tanto que varias noches rogué presenciar la separación más violenta entre ustedes dos para luego correr yo a consolarte. Que me dijeran lo mucho que me parecía a ti sólo fue útil cuando me encerraba frente a un espejo. Que me dijeran lo creativo que resulté ser sólo fue útil cuando me vi sin más que tu olor como posibilidad. De niño que soñé con llegar al día de confesarte todo esto. Como así muchos se confiesan ante Dios, hacerlo yo ante ti, pero sin esperar ni perdón ni clemencia. De niño que imaginé el momento de tenerte cara a cara y poder enseñarte todo el amor que guardé noche tras noche. Esperé tanto que no sólo se me manchó el amor contigo, sino que también ya es inútil tenerte cara a cara. Es inútil confesarte si quiera esto en vos baja al oído. Es inútil tu presencia. Tenerte así de inerte sólo sirve para mi única satisfacción: ella te ha perdido para siempre y sufre como jamás imaginé verla sufrir. Poco a poco serás la descomposición. Comenzarás a oler mal, dejarás de ser el mejor oxigeno. Ni ella querrá más tu olor, ni contenerte en sus rincones ni atraparte en su cabello. Así quizás he logrado la satisfacción que nunca logré en tus brazos, papá. No aprendí nunca a compartir el cariño en casa, sin embargo, este vacío que dejas en ella y en mí es fácil compartirlo. Aprender a perderte es más fácil cuando no sólo soy yo quien te pierde. Te llevas todo lo que yo más quise y a ella no le dejas nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario